/*AÑADIDO*/

sábado, 3 de noviembre de 2012

LA REBELIÓN DE LOS POBRES


Me gustaría llamar la atención sobre el curioso y sospechoso giro de actitud respecto a un mismo hecho, que refleja el titular de la noticia aparecida en el formato digital del periódico La verdad del 1 de noviembre “La Marcha contra el paro y la pobreza recorre la próxima semana la Región” con respecto al artículo centrado en el mismo acto reivindicativo publicado en idéntico tipo de soporte informático y en el mismo medio de comunicación el día siguiente bajo el epígrafe “La 'marcha de los pobres' recorrerá ocho municipios”. 


Al tropezarme este mediodía con este último título he dudado durante un breve periodo de tiempo sobre en qué día del año me hallaba, si en lugar de ser 1 de noviembre, conmemoración de Todos los Santos era el 28 de diciembre, jornada, en que se celebra la festividad de los Santos Inocentes; ya que la única explicación que se me ocurre para justificar un encabezamiento de tan mal gusto es que se trata de una inocentada 

Tras comprobar en el calendario, que verdaderamente hoy es 1 de noviembre, he caído en la cuenta de que no se trata de una broma de mal gusto; si no que nos encontramos ante un autentico paso más en la alarmante deriva derechizante. Grave enfermedad difícilmente reversible, que se ha apoderado de la prensa regional y, que avanza a diario sutilmente pero de forma imparable. Cáncer, que se ha adueñado de todos los medios de comunicación oficialistas al servicio del ultraconservadurismo gobernante o asentado en todo nuestro país. 


La triste y preocupante realidad es que el actual y progresivo retroceso de la calidad informativa nos retrotrae a épocas no muy lejanas en las que la profesionalidad, la objetividad y la imparcialidad estaban supeditadas a la voluntad de un régimen. Forma de gobierno dictatorial, que utilizaba los medios de comunicación pública, tanto propios como ajenos como una vía propagandística, de adormecimiento de la conciencia individual y colectiva y de adoctrinamiento intelectual general y personal de la ciudadanía. 

El fondo oculto o visible a simple vista de las noticias y la forma, en que se manifiestan en determinados medios de comunicación, que han vendido su libertad de prensa a cambio de tener la seguridad, de que en ninguno de los hogares de sus empleados falte la cotidiana e imprescindible olla de lentejas, recuerdan cada día más al contenido del antiguo No-Do. 


Noticiero en imágenes, en cuyo texto acompañante leído por un locutor se utilizaban términos para hacer alusión a los integrantes de los sectores marginales de la población como “menesterosos” o “mendigos”. Reflejo de una sociedad, la española de posguerra, que no miraba con buenos ojos a unos colectivos, que por carecer de recursos económicos eran susceptibles de caer en comportamientos considerados delictivos por antisociales, por lo que estaban bajo permanente sospecha y vigilancia. Grupos formados por individuos, que si finalmente eran víctimas de la discriminación podían ser llamados peyorativamente “pordioseros” o con una absoluta falta de respeto o total desprecio “miserables”. Pero de todos los vocablos utilizados en el periodo franquista el que mejor ha resistido el paso del tiempo, es la palabra “indigente”, que se sigue usando como termino técnico dentro del vocabulario propio del campo de estudio de las ciencias sociales; pero que modernamente está siendo reemplazado paulatinamente por el de “personas en riesgo de exclusión social o pobreza” 

Expresión, que hace referencia a una coyuntura social, que en un estado avanzado y progresista, nunca debería darse o como mucho ser transitoria y nunca llegar a cronificarse. Por eso es la denominación preferida por los especialistas en la materia para nombrar una situación concreta sin estigmatizar a los damnificados por una circunstancia, la crisis económica, que ni han provocado ni buscado; sino que son víctimas, a los que se etiqueta de “pobres”. 


Catalogación con la que los poderes públicos persiguen eximirse de toda responsabilidad y tranquilizar la conciencia de las clases acomodadas y privilegiadas, culpabilizando a los afectados por un sunami cíclico del desamparo, a los que las administraciones públicas los han condenado frente a las consecuencias de una tormenta financiera perfecta. 

El éxito de esta maquiavélica y demencial estrategia es difícilmente contrarrestable y radica en señalar subliminalmente a los perjudicados por unas políticas económicas desastrosas, como provocadores de los efectos de las mismas. Como si las personas, que sufren la desprotección causada por la destrucción creciente y vergonzosa del estado del bienestar hubieran elegido voluntariamente padecer un estado de vulnerabilidad económica o fueran responsables de su incapacidad para superar sin apoyo y cobertura de ningún tipo las condiciones desfavorables del entorno familiar y social, en que el caprichoso azar los hubiera colocado por nacimiento. 


 Esta peligrosa y premeditada manipulación de la verdad es ciertamente inquietante hasta el punto que de proseguir el presente y rutinario desvió de responsabilidades podemos llegar al extremo de abandonar a su suerte a aquellos “pobres”, a los que se culpa de su marginación. Posición social, en la que se asegura que se encuentran merecidamente como resultado de su libre albedrío, por despreocupación o por haber sido arrastrados por un destino adverso o una fortuna esquiva frente a los cuales su desidia los ha dejado indefensos. 

Argumentos, a los que tendremos que ir acostumbrándonos, que devendrán en el pan nuestro diario y que nos demuestran que estamos retrocediendo a una etapa de nuestra historia más reciente, en que la recesión económica convirtió el bienestar en un sueño anhelado por todos; pero disfrutado tan sólo por una élite de privilegiados. Minoría, que religiosamente prodiga su caridad cristiana, como máximo exponente de amor al prójimo, mediante la beneficencia con la pretensión de amordazar su conciencia y al coro de voces disonantes de explotados formado por varios registros de afectados por una pesadilla, la precariedad mas endémica imaginable; que intentan conformar con las migajas y las sobras de las inmensas fortunas, que han amasado a su costa. 

Y para aquellos empobrecidos insumisos, que un trozo de pan duro o enmohecido o un plato de sopa de ajo no es suficiente para calmar su hambre de justicia social ni su sed de recuperar a través de la desobediencia civil, lo que les pertenece por derecho, les aguarda la represión llevada a un terreno, el de la dictadura a través de la criminalización y la penalización de conductas consideradas completamente democráticas hasta que la derecha más reaccionaria de toda Europa ha empezado a concebirlas como antisociales. Tratamiento, que recibían durante el franquismo las personas afectadas por la precariedad en su grado máximo, es decir, los pobres sin oficio ni beneficio conocido aunque no se hubieran insubordinado contras las estructuras sociales y políticas establecidas ni hubieran cometido delito común alguno 


Personas sujetas al control de la ley de vagos y maleantes, perteneciente al código penal español, que fue derogada y sustituida en 1970 por la ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, que a diferencia de su predecesora incluía penas de hasta cinco años de internamiento en cárceles o manicomios para los infractores, que transgredieran dicha ley. Endurecimiento punitivo con respecto a su antecesora, que solo permitía la aplicación de medidas restrictivas de la libertad individual tales como alejamiento, supervisión y retención de los individuos potenciales perturbadores del orden público hasta que se determinara que se había acabado su temida peligrosidad. Quedando así regulado, dicho marco legislativo podía ser utilizada arbitrariamente para la represión de las personas sin recursos. 

Por este motivo para evitar, que la actual deriva conservadora lleve a confundir entre ser “pobre” y estar en una situación de pobreza o riesgo de exclusión social, debemos de rechazar el apelativo de pobres y defender con todos los medios imparciales e independientes a nuestro alcance, especialmente las redes sociales, que se nos trate con el respeto, que todo ser humano merece y que se utilicen expresiones adecuadas para referirse a nuestro estado presente. 


Determinación que debe ser inquebrantable y sin fisuras si queremos evitar que terminen llamándonos “los paupérrimos” o algo aún más despectivo. Por lo tanto resultar imprescindible luchar sin caer en el desanimo porque no se nos coloque un calificativo, que pueda llegar a transformarse en un sambenito, que nos persiga toda la vida a colectivos cada vez más diversos y numerosos. Condición, que de pie a alguna mente retorcidamente precavida a pensar más pronto que tarde sobre la necesidad de recuperar medidas legales opresoras con la idea de prevenir futuribles actitudes ciudadanas rebeldes tanto a nivel individual, colectivo o sectorial. Contestación social, fruto de la imperiosa necesidad de preservar la propia subsistencia o la de una democracia, enferma de gravedad, infectada por el virus de la corrupción.


Articulo hecho por Luismi.L.R para :
DERECHOS Y LIBERTADES CIUDADANOS