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sábado, 4 de enero de 2014

EL FENÓMENO SOCIAL QUE EL GOBIERNO QUIERE OCULTAR.

Tal y como se puede observar en la grabación precedente el movimiento social “Juventud Sin Futuro” y los simpatizantes con su causa recorrieron multitudinariamente el pasado 7 de Abril las calles de Madrid y las de más de 30 ciudades de todo el mundo protestando contra su expulsión del sistema y del país. La plataforma ciudadana antes citada encabezó la manifestación que desfiló, bajo el lema "no nos vamos, nos echan", por las principales arterias de la capital de España para denunciar el "exilio económico forzoso", al que se ven obligados miles de jóvenes en nuestro país, ante la falta de oportunidades laborales" que, provocada por la situación económica y social actual, fuerza a los jóvenes a abandonar sus hogares y su entorno familiar y social de referencia, abocándolos a situaciones de desarraigo en destinos alejados de su nación de origen. Falsas Tierras de promisión en las que mana, como único sustento al alcance de la mayoría de nuestros compatriotas, la precariedad laboral y exclusión social.

Los jóvenes evidenciaron su deseo de "desmentir el discurso oficial” repetido incansablemente como un mantra por el peperismo. Pensamiento con él que se persigue lograr que desaparezca y se aleje de la mente de la opinión pública la más mínima sospecha de responsabilidad gubernativa sobre la dramática realidad sociolaboral que padece rutineramente la sociedad española soportando la tasa de paro juvenil más alta de toda la Unión Europea. 

Alarmante situación que amenaza con cronificarse, que está provocando además un creciente fenómeno migratorio, protagonizado tras la adolescencia por un amplio sector de la población juvenil, y sobre la que el poder ejecutivo intenta penetre en la consciencia colectiva la idea de su ausencia de culpabilidad respecto a esta trágica realidad. 

Nula responsabilidad política que justificaría a la inacción de unos dirigentes que se sienten satisfechos, se jactan y encubren su incompetencia proclamando, para excusar su paralización ante el problema de la fuga masiva de cerebros, en la etapa previa a la madurez, que es el espíritu aventurero, característico de ese periodo del desarrollo humano, el que empuja a una juventud española sobradamente preparada a marcharse en búsqueda de las oportunidades que la actual crisis les niega en su lugar de origen. 

Pero la luminosa y clarificadora verdad, sobre la que la fuerza política gobernante se obstina, haciendo gala de un empecinamiento irracional, en arrojar la más oscura falsedad defendiendo la teoría del afán emprendedor de los jóvenes españoles en el marco de la Unión Europea, es que la inmensa mayoría no se van por propia voluntad sino obligados por las circunstancias, es decir, por una coyuntura económica adversa.

Hipótesis de la movilidad laboral motivada por la sana y lógica ambición de prosperar económica y socialmente esgrimida oficialmente por un peperismo maquiavélico con el objetivo de camuflar la autentica razón que fuerza a la juventud, de un país convertido en un territorio laboralmente hostil para esta franja de edad con una tasa de desempleo superior al 55 por ciento y el 85 % de los contratos precarios, a optar por el destierro económico.

Compleja tesitura que terminar por convertir, debido a la vergonzosa desidia de nuestros azules gobernantes neoliberales y ante la inmutable indiferencia de sus rojos opositores socialdemócratas, a nuestros jóvenes en un número anónimo, al que no le queda más remedio que acabar nutriendo los movimiento migratorios, los registros del paro o las listas de individuos que encadenan contratos de trabajo en prácticas o formativos de forma indefinida. Sujetos con rostro reconocible o desconocido; pero todos ellos con nombres y apellidos, que ignorados por nuestra casta política dirigente, pasan a formar parte de una estadística demográfica, que refleja que no deja de aumentar progresivamente el volumen de personas que, tras haber completado su proceso académico, se ven arrojados a la precariedad laboral y a la exclusión social en su país de procedencia o de destino. 

Dilema engañoso, puesto que sólo es superficialmente una disyuntiva, es decir, en apariencia, debido a que independientemente de la preferencia laboral por la que te decantes, tanto si es la opción de la permanente inmovilidad, aferrado a la cómoda protección del calentito colchón familiar o la alternativa de la dinámica movilidad, impulsado por un inquieto espíritu aventurero; acabaras ejerciendo una ocupación enmarcada en una cuadro profesional que no tiene absolutamente nada que ver con el que habías pintado en tu imaginación y para el que te habías preparado concienzudamente.


Ejemplo paradigmático del último caso son los conocidos técnicamente como minijobs, término traducido lingüísticamente como miniempleo e interpretado inteligente y socialmente como mierdijob por los perjudicados y los potenciales afectados. Modelo de anticontrato que, malnacido en la Alemania del canciller Schröder para aplacar el descontento social que la elevada tasa de desempleo estaba generando, cumplió a lo largo del 2013 una década de antigüedad y representa lo opuesto a lo que debe garantizar un puesto de trabajo digno. Se trata por tanto de un tipo de contrato basura que se caracteriza por ser temporal; a tiempo parcial, es decir de pocas horas, con un máximo de 15 semanales; de sueldo reducido con un tope máximo de 450 euros mensuales; y exento de cotización social, pero que permite la posibilidad de aportar voluntariamente una parte a la seguridad social.

Cuando el Estado teutón adoptó esta medida en el año 2003 para favorecer la creación de empleo la nación estaba atravesando por una situación similar a la que está padeciendo España desde 2008, es decir, crítica y preocupante debido a que tanto la economía sumergida como el desempleo eran problemas acuciantes en el interior del país germánico como lo siguen siendo en el hispánico.

Teniendo en cuenta dicho paralelismo y los sobrevalorados beneficios obtenidos con la reforma del mercado laboral ario, tales como el ascenso de la cota de ocupación en amplios sectores económicos y el descubrimiento de la gran capacidad de adaptabilidad del trabajador, que supuso la implantación en el estado germano de la modalidad contractual bautizada como minijob, no es de extrañar que los estadistas de nuestro país piensen que el miniempleo es la fórmula más idónea para contener y reducir un porcentaje de desempleo que alcanza a más de la mitad de los jóvenes españoles.

“Juventud Sin Futuro”, perteneciente a la generación con el mayor nivel de preparación técnica y de acumulación de la historia, que se ha convertido en víctima de una nueva forma de entender las relaciones laborales, involucionista y retrograda, impuesta por un ideario que presume de innovador, la doctrina neoliberal. Filosofía política, fuertemente dominada por el capitalismo salvaje, que ha transformado a Alemania en motor de la economía europea merced implantando la flexibilidad en la jornada de trabajo y el abaratamiento de los costes salariales, con la finalidad de acrecentar el índice de competitividad del sector industrial.

Espectacular progreso económico de la nación alemana que se ve lastrado en la actualidad por la inestabilidad en el mercado del trabajo que conduce indefectiblemente a la exclusión social. Precariedad laboral que en el estado germánico, según dos organismos oficiales de ámbito federal de reconocida credibilidad, como son la Oficina del Trabajador y la de Estadística, alcanza hoy en día a más de un tercio de las contrataciones en vigor en este momento. Compromisos laborales que han sido firmados a fecha de hoy, como ocupación temporal, a tiempo parcial o como minijob, por un total de 7.4 millones de empleados en el conjunto de la nación aria. Obreros, de los cuales un 58% recibe una remuneración insuficiente para cubrir sus necesidades básicas cotidianas y que, por tanto, se ven obligados para poder subsistir a percibir un complemento económico en forma de ayuda social.

Esta situación inmoral, que acabo de describir, atenta contra la dignidad de la clase trabajadora a la que se fuerza a aceptar las limosnas del sistema. Conformismo social que también se produce a la inversa como lo demuestra la cifra ascendente de personas, que después de haberse jubilado se ven empujados a buscar un miniempleo para poder completar una exigua pensión con la que difícilmente logran sobrevivir.

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