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martes, 25 de diciembre de 2012

LA RECUPERACIÓN DE UN PSOE NAUFRAGANDO:




Muchos de los que no somos votantes ni simpatizantes del PSOE creemos que es necesario que ese partido se recupere de los fracasos que ha sufrido a partir de su gestión de la crisis. Una propuesta que ha sido apoyada por más de siete millones de votantes no puede ser descalificada en bloque por la mala gestión de sus dirigentes. En este país la izquierda será diversa o no será: y quienes optamos por propuestas de izquierda distintas de las que propone el Partido Socialista podemos y debemos establecer acuerdos con compañeros de viaje que prefieren un camino socialdemócrata. 

Siempre, claro está, que esa socialdemocracia no se entienda como resignación ante las políticas de derecha que han regido este país desde los comienzos de la crisis. Superar el tradicional dogmatismo y sectarismo de la izquierda es una condición necesaria para lograr cualquier resultado positivo —aunque sea limitado— en estos momentos en que la prioridad consiste en salvar al sistema democrático de las amenazas que sufre. Por ello, creo que las propuestas para su recuperación deben venir no solo del seno del PSOE ni de los políticos profesionales sino de todos los que están dispuestos a compartir con ellos al menos una parte del camino. Así que me permito dar una opinión poco autorizada y que nadie me pide.

Un primer paso consistiría en abandonar discursos supuestamente autocríticos como los siguientes: “no hemos sabido explicar nuestro mensaje”; “hemos cometido muchos errores”; “debemos realizar una profunda renovación del partido”; “hay que reforzar la cohesión interna”; “el partido debe recoger las inquietudes de los ciudadanos”; “hay que escuchar la voz de la calle” y otros similares. Por supuesto que la autocrítica es necesaria, pero lamentos y exhortaciones abstractas de ese tipo solo sirven para ocultar los errores cometidos y diluir los propósitos en una niebla que permite cualquier decisión concreta. 


¿Qué pasaría si en lugar de estas generalidades los dirigentes del partido mencionaran por su nombre esos errores, reconocieran que las respuestas que han dado a los problemas de los ciudadanos fueron en muchos casos —y en qué casos— erróneas y propusieran rectificaciones concretas de esos errores cometidos? ¿Atentaría contra su prestigio reconocer abiertamente lo que piensan tantos votantes desencantados? Lo cual no implica, por supuesto, desconocer sus éxitos y renegar de los logros conseguidos en los últimos ocho años de gobierno. Y ni siquiera “pedir perdón”, una exigencia inútil con connotaciones eclesiásticas que con frecuencia se utiliza para evitar rectificaciones y limpiar la conciencia.

La primera decisión del gobierno de Zapatero fue la retirada de las tropas de Irak, recibida positivamente no solo por la izquierda del país sino por mucha gente con sentido común. Varias leyes, como la Ley de Violencia de Género, la Ley de Dependencia, la aprobación del matrimonio homosexual, la Ley de Igualdad, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y la ley antitabaco constituyeron pasos importantes, que en muchos casos han marcado una dirección de la cual será difícil volver atrás, pese a los intentos de nuestro actual Ministro de Justicia. 

En otro orden de cosas, la regularización de muchos miles de inmigrantes ilegales, el aumento de la ayuda al desarrollo, el aumento de las pensiones mínimas, la disminución de las víctimas del tráfico, la legalización de la investigación con células madre, el aumento de la financiación para investigación y desarrollo, el incremento de las becas, la política informativa de la televisión y una política internacional con muchos aspectos positivos, son aciertos que no conviene olvidar en estos momentos de desolación. A lo cual hay que sumar una acción antiterrorista que permitió terminar con la violencia de ETA, combinando acertadamente las medidas represivas con medidas políticas inteligentes. 

Pero creo que no le conviene al PSOE en estos momentos ocultar sus decisiones fallidas tras el recuerdo de sus éxitos y una confesión genérica de los errores cometidos. Es necesario reconocerlas claramente y por su nombre si se pretende superar la actual pérdida de apoyo popular. Por ejemplo. Apoyándose en la absurda consigna de “bajar impuestos es de izquierdas”, se toleraron y concedieron privilegios a los sectores más favorecidos de la sociedad que han llevado a un progresivo incremento de la desigualdad, aumentando la proporción asignada a las rentas del capital en detrimento de las rentas del trabajo. 

Se eliminó el impuesto del patrimonio, se permitió una especulación muy poco regulada y se redujeron los impuestos a las sociedades, se apoyó una ley que permite privatizar la gestión de los hospitales públicos, se toleró un enorme fraude fiscal. Muchos economistas avisaron del futuro estallido de la burbuja inmobiliaria de la cual fluían alegremente los impuestos mientras se financiaban obras públicas tanto necesarias como superfluas y se regalaban 400 euros indiscriminadamente a ricos y pobres. Todo ello en una España en la que, mucho antes de la crisis, ya había millones de personas bajo el nivel de la pobreza. Entre tanto, la burocracia y el despilfarro de las administraciones públicas, centrales, autonómicas y locales, seguía aumentando en forma de obras faraónicas, kilómetros de trenes de alta velocidad, consejeros inútiles y coches oficiales. Ayudados en estos excesos hasta el último momento, todo hay que decirlo, por casi todas las fuerzas políticas, tanto de derechas como de izquierdas. 

De ahí que culpar en exclusiva al Partido Socialista de la situación actual, como gusta repetir el Partido Popular, implica no solo pasar por alto el origen internacional de la crisis sino también la participación de los populares —y otros— en la alegría económica de esos años, sobre todo a través de sus autonomías y ayuntamientos, así como una política de oposición virulenta y desleal que dificultó la gestión de los problemas que se avecinaban. 

Cuando la crisis asomó la cabeza las cosas cambiaron. Es verdad que el gobierno tenía poco margen de acción ante Europa: la necesidad de reducir el déficit y evitar una quiebra bancaria era probablemente inevitable. Pero en lugar de distribuir en lo posible las cargas de la crisis entre los ciudadanos proporcionalmente a sus recursos, se optó por el camino fácil: aumento del IVA, congelación de pensiones, recortes al sueldo de los funcionarios, recortes en derechos a los trabajadores, disminución de la ayuda al desarrollo, apoyo a las medidas de la Unión Europea contra los inmigrantes. 

Sin atreverse a exigir a los Bancos contrapartidas por las ayudas del Estado, ni aplicar un impuesto a las grandes fortunas, ni restablecer (hasta el último momento) el impuesto al patrimonio. Y cuando comenzaron los desahucios por el impago de hipotecas, el gobierno socialista rechazó explícitamente la posibilidad de tomar medidas que paliaran ese drama social, condenando así a decenas de miles de familias a perder su casa y cargar con una deuda impagable el resto de su vida. Mientras tanto, ni se discutió la posibilidad de reducir los gastos de la administración pública más allá de un simbólico recorte de sus sueldos: se siguieron financiando inútiles diputaciones provinciales, miles de conductores siguieron llevando a sus despachos a dudosos asesores en coches oficiales, muchos ayuntamientos siguieron fijándose arbitrariamente sueldos desmesurados, no cesaron los viajes en primera clase ni los gastos de representación, etc. Tomar medidas para reducir esos gastos seguramente no hubiera solucionado el problema, pero al menos ese gesto hubiera paliado los recortes y sobre todo hubiera enviado un mensaje de equidad a su electorado. 

Pero quizás la medida más grave que se tomó en aquellos tiempos fue una reforma de la Constitución realizada con nocturnidad y con el apoyo del Partido Popular, por la cual el dogma neoliberal que exige la reducción del déficit, aun a costa de las necesidades de los ciudadanos, quedó impreso en nuestra ley fundamental. Medida, por cierto, tan injusta como inútil, según lo demostró la reacción de los mercados tras su aprobación. 

No será fácil superar el recuerdo que estas decisiones han dejado en los electores, pero creo que el único camino para lograrlo consiste en que el Partido Socialista se atreva a mencionar por su nombre estos errores y proponer también claramente propuestas alternativas de un modo más sistemático que algunas confesiones de equivocaciones pasadas, frecuentemente seguidas de una disculpa que las minimiza. Mientras se limite a mantener su mensaje actual de “capitalismo sí, pero no tanto” y no se atreva a postular un programa claramente socialista, gradual pero progresivo, el fracaso está asegurado: son muchos los votantes que comprenden que la crisis actual pone en cuestión el mismo sistema del capitalismo financiero y no solo algunas de sus consecuencias. Y que mientras la gestión de las finanzas no sea controlada democráticamente y se permita su crecimiento exponencial a costa de las necesidades de los ciudadanos, se seguirá destruyendo ese precario “estado de bienestar” que también figura escrito en el programa socialista. 

Y a pesar de que es verdad que el problema no es de personas sino de programas, este giro no pueden realizarlo dirigentes que participaron en primera fila en la legislatura anterior sino que requiere también un cambio en las personas. Resulta patético escuchar al actual Secretario General cuando propone cambios en la ley electoral, una reforma impositiva, la eliminación de las diputaciones provinciales, medidas contra los desahucios y medidas de control a los Bancos cuando esa misma persona participó hace menos de un año en un gobierno que se negó explícitamente a aplicar lo que ahora propone. También la estética tiene importancia en la política. En cualquier caso es importante que en este proceso de refundación el Partido Socialista se convenza de que debe aceptar que no es el único representante de la izquierda y superar el sectarismo que comparte con otras fuerzas políticas. Para lo cual una de las primeras medidas que debería proponer, aunque la haya rechazado cuando gobernaba, consiste en una reforma de la ley electoral que permita listas abiertas y una verdadera representación proporcional en el Congreso. Si esta reforma se hubiera realizado en la legislatura anterior no tendríamos que soportar ahora esta asfixiante mayoría absoluta. Y de esta deseable refundación del PSOE depende en gran parte que esta mayoría no se convierta en crónica. 

Articulo enviado por un ciudadano a: 
Derechos y Libertades Ciudadanas

LA REVOLUCIÓN DEL "SOL INVICTUS"

INTRODUCCION

El pretérito 23 de diciembre de un año, que pasará a la historia de la meteorología como uno de los más cálidos que se recuerdan desde la segunda mitad de siglo XIX, celebramos la segunda edición consecutiva anual del Sol Invictus. Estrella, que no quiso perderse, tampoco en esta ocasión, esta última conmemoración en su honor y que nos acompaño durante todo el día brillando con el esplendor, que le correspondía como protagonista de la jornada. Astro Rey, magnánimo y benevolente que, como manifestación de su desinteresada generosidad, concedió a todos sus súbditos, dependientes de su calor vital para subsistir, una renacida primavera. Hija caprichosa, que abandonando su estado de hibernación, no quiso perderse la festividad consagrada al monarca paternal y celestial. Rey Sol, que goza de la potestad divina de resucitarla cíclica o ocasionalmente respondiendo, en este último caso, a los inconstantes y cambiantes anhelos de una hija natural. Criatura de carácter voluble y apasionado, cuyos deseos brotan y cuajan visceralmente, vivificando y acelerando la pulsión vital latente en todo lo creado, fruto de la omnipotente bondad, generadora de todo soplo de ardiente vitalidad, procedente del Dios Sol. 

Bajo este beneficioso abrazo de suaves y acariciadores rayos solares, cargados de esperanzado optimismo, iniciamos ilusionados una prometedora jornada de un domingo memorable. Día de la semana, que dedicamos completamente, a quien corresponde según la etimología del nombre, o sea, al “Dominus” o lo que es lo mismo traducido del latín al castellano al “Señor” y no existe ningún otro, con luz propia, que resplandezca con mayor fulgor, que el Señor de Señores, es decir el “Dominus” conocido también como “Sol Invictus”. 

Divino Padre, destinado desde su concepción a desposar a la deificada Tierra. Maternal figura, cuya misión gustosa y voluntariamente aceptada es ser preñada periódicamente por la semilla del hombre, depositada y nutrida en su seno con su honesto, continuado y agotador esfuerzo. Y regada con su abundante sudor y sus profusas lágrimas de dicha o pesar y en algunos costosos trances incluso con el vigor de su sangre. 

De este modo, el hombre y la mujer se convierten en colaboradores indispensables para que la fértil Madre Tierra pueda ser fecundada con éxito en los campos de labranza por el Padre Sol. Dadivosa e inmortal deidad, fuente de toda vida, que devuelve a sus hijos humanos el ciento por uno de cuanto es entregado en labor, amor y respeto a su amada consorte. Dama repleta de gracia, nobleza y lealtad, que se desborda regularmente en esplendidas cosechas, desprendiéndose con pródiga liberalidad de sus abundantes, variados y exquisitos productos. Dones, que se exhiben en la feria del “Sol Invictus” con el propósito de rendir homenaje y como muestra de reconocimiento y agradecimiento a la Sagrada Familia formada por el Padre Sol y la Madre Tierra. Divino matrimonio, de cuya sacra unión nacen infinidad de hijos naturales, frutos, que se exponen orgullosos de la mano de justos y fieles comerciantes en un mercado común equitativo, en el que dos tipos de espíritus malignos, los intermediarios y los especuladores han sido declarados proscritos. 

Encarnaciones de un mal, el beneficio económico en sí mismo, también llamado capital, lucro o avaricia, que son algunos de los diferentes nombres acumulativos, con los que se ha venido mencionando, retrocediendo desde la actualidad hasta tiempos ancestrales, a un demonio, que tiene infinitas caras según época, lugar y cultura, y que fue identificado y bautizado por la mitología judeocristiana como “Mammón”. 

Maligna y maquiavélica criatura, poseedora de dos esenciales representaciones carnales; una, la manifestación más visible, en la que sus diabólicos rasgos de usurero estafador, aparecen camuflados de tentador y atrayente ángel financiero de la guarda, de deslumbrante atuendo, que se nos presenta como seductor custodio de nuestro bienestar material. 

La otra ostentación de su poder de transformación es de consistencia más etérea, carente de rostro, y por tanto mucho más dañina que la peste, una de las plagas secularmente más infecciosas y perjudiciales. Se trata de una presencia espectral, conocida como el salvaje capitalismo competitivo y especulativo, que a lo largo de la historia se ha ido reproduciendo adquiriendo múltiples formas, hasta el extremo de que en el presente son tan numerosas, que se podría afirmar sin temor a errar que “son legión”, por lo que se les llama “los mercados”. Entes de carácter vírico, que de forma insidiosa y silenciosa penetran hasta la última célula del tejido social, y una vez allí enraízan en su interior, alimentándose de sus fluidos vitales e intoxicando a cambio su contenido genético, provocando de este modo una alteración de su naturaleza y generando su corrupción. 

Realidad cotidiana, que se acentúa y agrava con la convivencia diaria y deshumanizadora con el tronco del Mal, bajo sus dos bifurcaciones capitales: una ramificación abastece y sustenta la obligatoria y contagiosa coexistencia con la Maldad, o lo que es lo mismo, con la más completa ausencia de principios sociales y valores humanos tendentes a lograr el bien común, nombrada desde antaño por los estudiosos de la conducta humana como Amoralidad, conocida tradicionalmente y famosa en la actualidad como Corrupción. Nombre con el que se ha bautizado, merecidamente y en su honor, a una Señora de doble semblante: Ramera de baja y rastrera cama para los que la persiguen, considerándola abominable y despreciable; y Dama de alta y noble cuna para aquellos, que desean y añoran cortejarla y conquistarla. 

La otra desviación atiborra y sostiene la voluntaria e infame cohabitación con la perversa e insaciable Iniquidad, también denominada desde la más remota antigüedad, Inmoralidad, que encumbra a la más elevada categoría de dogmas universales o absolutos a un compendio de contravalores o perniciosos vicios contrarios al hombre y devastadores de la condición humana. 

Árbol, cuyos frutos han sido los más codiciados e inconfundibles a lo largo de la historia. Que no son otros, que los malditos y celebres vástagos frutales, que crecen y se multiplican regados por la persuasiva y corrosiva lluvia ácida, emanada de los cúmulos de la desmedida y destructiva ambición del hombre. Negros y densos nubarrones constituidos por la democrática evaporación de la fluida soberanía popular, que desaparece, tras sufrir una profunda metamorfosis, convertida de régimen democrático en sólido y opresor estado autoritario, que toma forma de omnipresentes, amenazantes y cómplices nebulosas. Materia prima cosmopolítica, que según su composición adquiere tres tipos diferentes de naturaleza, policial, legal y judicial, que aúnan sus represores empeños para perseguir, aterrizando desde las alturas, con actitud omnipotente, a todos aquellos, que considera sus vasallos. Fenómeno meteoropolítico que se produce por la concentración del fluctuante poder económico y político, que emanando del pueblo, acaba siendo condensado y acaparado por unas pocas, oligárquicas y despóticas manos de guante y puño blanco de oscuras, evidentes y avaras pretensiones. 

Personajes abyectos y ocultistas, siniestros nigromantes de las finanzas, que proyectan con la intención de esconder su verdadera esencia de sanguijuela chupóptera y sus auténticos objetivos económicos, desangrar hasta la extinción a la clase media, una atmósfera brumosa, asfixiante y oscura, que cubre nuestro dudoso, movedizo y frágil presente y que se cierne sobre nuestro inestable e indeciso futuro. Campo sembrado de precarias e ilusorias vicisitudes y a merced de las plagas de los voraces e implacables, pero sobornables obstáculos. 

Preocupante tesitura a la que, los positivos y optimistas amigos de la misma, justifican nombrándola como recesión o desaceleración económica y apellidan como cíclica, coyuntural y globalizada, y a la que en el otro extremo, sus negativos y pesimistas enemigos, declaran culpable y condenan marcándola al rojo vivo, como la más trágica, nefasta y mortal depresión o catástrofe económica de la historia de la adulta y a la vez inmadura democracia española. Pero a la que sin embargo los más realistas y objetivos analistas, reconocidos como imparciales doctores, especializados en medicina financiera, diagnostican como la primera crisis económica de alcance mundial provocada, en los países desarrollados o del primer mundo con un estatus de vida privilegiado hasta ese momento, por los gestores del sistema neoliberal y capitalista para satisfacer sus intereses especulativos y crematísticos, y de graves consecuencias sociopolíticas para el resto de la ciudadanía. 

Dramática y alarmante situación económica, cuyas causas son endémicas y estructurales, características de un sistema político enfermo, el neoliberalismo que trata de sanarse a sí mismo homeopáticamente, es decir con las mismas recetas envenenadas, que han ocasionado la crónica e irreversible patología, que padece: La gangrena más terrible y putrefacta del tejido social, que conforman los organismos productores y consumidores, condenados a la extinción por falta de riego financiero, por culpa de entidades y corporaciones públicas y privadas, regidas por sanguijuelas megalómanas, adictas a todos los favores y prebendas, que principian con dicho prefijo tales como megasueldos, megacomisiones, megarrentas, megapensiones, megaemolumentos, megatrajes. Y así podría continuar hasta completar una lista kilométrica de graciosas prerrogativas además de generosas y copiosas concesiones disfrutadas en el desempeño provisional o permanente de un cargo o función política, orgánica o institucional. 

Gusanos vampíricos carentes de escrúpulos y de ética, que impiden, con su avariciosa y legal absorción, que el flujo del líquido capital llegué, canalizado a través de las arterias de la inversión pública y privada, hasta el tejido social. Corrupta gestión de los recursos financieros que, provocando la ausencia de circulación del fluido vital, originan una perniciosa anemia, que deriva en el posterior exterminio, por necrótica descomposición, del tejido social. 

Nauseabunda, asfixiante e insoportable podredumbre institucionalizada altamente contagiosa, a la que tenemos que enfrentarnos rutinariamente desamparados legalmente y que por unas horas condenamos al destierro en cumplimiento de una ley natural no escrita ni aprobada por ningún poder legislativo en vigor, pero si innata, basada en el instinto de conservación del ser humano y del entorno vital indispensable para poder garantizar su supervivencia en condiciones óptimas. 

Iniciativa, que periódicamente empuja, a un grupo de ciudadanos, que se declaran en rebeldía contra el sistema dictatorial impuesto por el poder político y económico ultraconservador dominante, a ser protagonistas al aire libre durante un breve espacio de tiempo de un descubrimiento o experimento sociopolítico novedoso, consistente en el desarrollo en un territorio mínimo del ensayo de un proyecto máximo: la creación y puesta en marcha de un micro estado. Estructura social, fundamentada en la autogestión y la autorregulación, paralela e interior al macro estado oficial, cuyo aparato no se plantea renovar, sino que el planteamiento es generar una alternativa viable radical o absolutamente opuesta al régimen pseudodemocrático fundamentado no en la soberanía popular sino en la autoridad suprema del poder económico por encima de la tres ficticias y convencionales potestades, que hipotéticamente ostentan la autoridad en un sistema democrático.