CAPITULO I
El pasado 20 de noviembre se cumplió el primer año desde que el pueblo elegido desde la antigüedad por Dios para ser la nación, que custodiara la reserva espiritual de Occidente, depositara su confianza en el último mensajero divino, enviado como salvador de la patria. El Moisés de nuestro tiempo, el nuevo caudillo y legislador Mariano, fundador del marianismo político, movimiento ideológico, heredero del franquismo, consistente en como el nombre de la corriente indica en realizar la política conforme a como dicha devoción nos obliga, es decir “como dios manda”, o lo que es lo mismo, siguiendo los dictados de la que es la voz divina en la tierra, la farisaica Jerarquía Católica, insuperable maestra sin tacha en practicar justamente lo contrario de lo que predica.
El pasado 20 de noviembre se cumplió el primer año desde que el pueblo elegido desde la antigüedad por Dios para ser la nación, que custodiara la reserva espiritual de Occidente, depositara su confianza en el último mensajero divino, enviado como salvador de la patria. El Moisés de nuestro tiempo, el nuevo caudillo y legislador Mariano, fundador del marianismo político, movimiento ideológico, heredero del franquismo, consistente en como el nombre de la corriente indica en realizar la política conforme a como dicha devoción nos obliga, es decir “como dios manda”, o lo que es lo mismo, siguiendo los dictados de la que es la voz divina en la tierra, la farisaica Jerarquía Católica, insuperable maestra sin tacha en practicar justamente lo contrario de lo que predica.
De este modo el pueblo español conducido por este nuevo Mesías, al que mayoritariamente ha encomendado esta épica misión, inició el éxodo, que liberándolo de la esclavitud de la crisis habrá de llevarlo hasta el bienestar prometido. A una tierra, la española, con un mañana prometedor, en la que manará la prosperidad económica y el éxito laboral. Ese país del que en lugar de acercarnos, cada día estamos más lejos.
Travesía por un estéril y desolador desierto, en el que se vienen sembrando semillas desde marzo del 2008, que se esperaba germinaran en los primeros brotes verdes a partir de octubre de ese mismo año, pero, que la impaciencia política esperanzada vio brotar y crecer fruto de un espejismo ilusionado en mayo del 2009. Alucinación, que produce la droga más adictiva que existe, el poder, cuando se genera una relación de dependencia de él, es decir, se necesita para mantener un optimo nivel de vida acosta de los demás y no se está dispuesto a dimitir, renunciando a su consumo. Habito, que se convierte en nocivo para la salud e higiene democráticas, si se cae en el exceso, administrando esta sustancia inmaterial de manera indefinida en el tiempo o de forma adulterada, o lo que es lo mismo corrompida.
Han transcurrido más de cuatro años desde que se plantara aquella primera mítica simiente en marzo del 2008 para frenar la incipiente desertización económica, cuyos primeros síntomas habían dado la cara en abril del 2007, para evitar que una fértil tierra, que hasta el tercer trimestre del 2007, su crecimiento era superior que el de la media de la Unión Europea mutara en el desierto económico, que es hoy en día.
Desertización imparable hasta el momento a pesar del empeño el último cuatrienio de los tres postreros titulares de la cartera de Economía por no dejar de plantar semillas. Hasta un mínimo de diecisiete siembras, que supusieron el conjunto de otras tantas reformas, medidas aisladas o formando parte de programas y planes económicos, laborales y fiscales, que no han conseguido hasta la fecha, que emerjan los tan ansiados brotes verdes.
Empecinamiento crónico en probar alternativa o simultáneamente, formando diferentes combinaciones, prácticamente todas las variedades de granos económicos autorizados por los mercados financieros, que básicamente derivan de cinco tipos, el de la reducción del gasto público, el de la incentivación e incremento de la inversión en el sector privado, el de la flexibilización y la competitividad del mercado laboral, el del saneamiento del sistema bancario. Y por ultimo uno con dos caras, el de la cruz del sacrificio para la clase media, o lo que es lo mismo, la elevación de la carga impositiva sobre las rentas del trabajo; y el del la cara amable del beneficio para las clases privilegiada, o sea, la amnistía fiscal para las del capital.
Sucesivas sementeras, de las que se cosecharon pésimos resultados, absolutamente opuestos a los previstos, debido a las continuas y excesivas podas en las ramas presupuestarias destinadas a nutrir de savia los futuros frutos con el objetivo de superar la deficitaria producción de resultados económicos y a garantizar la conservación de los cinco principales cultivos de los que se alimenta la sociedad del bienestar: justicia, educación, sanidad, recursos sociales y la ayuda a la dependencia.
Esta negligente, corrupta y fraudulenta gestión de los recursos públicos está provocando: la conversión del primer campo, de un derecho fundamental de difícil y costoso acceso a un privilegio exclusivo y característico, de alcance restringido a una élite económica; la progresiva privatización de la explotación de las dos siguientes plantaciones y la extinción de las dos últimas. Sembrados, cuya extensión había constituido uno de los mayores logros del progresismo democrático, asegurando un nivel de calidad de vida, de acceso universal y gratuito, admirado, imitado y tenido como referencia por las sociedades occidentales más avanzadas.
Pero la consciente e interesada desaparición de un cultivo cuya rentabilidad económica es mínima o nula a corto plazo pero a nivel humano es máxima, como la protección social, está consiguiendo que en nuestro país exista más de un millón setecientas mil unidades familiares, que a fecha de hoy, por no recibir ningún tipo de ingresos laborales, se vean abocadas a un creciente empobrecimiento y empujadas a la exclusión social. Núcleos familiares, a los que para huir de estas dramáticas situaciones no les queda más remedio que echar mano a una de estas tres opciones, acudir a la beneficencia pública o privada o solidaridad internacional, practicar la mendicidad, la delincuencia o la prostitución o mantenerse gracias al apoyo familiar, vecinal o comunitario. Ejemplo evidente de hogares, que se han aferrado como un clavo ardiendo a esta última posibilidad, como única vía de supervivencia, son los que sobreviven de desnutrir económicamente a las personas mayores de 65 años, gracias a cuyas pensiones se malnutren el resto de la unidad de convivencia familiar.
Otra de las plantaciones, que corre el peligro de pasar al catalogo de especies vegetales extintas de lo que antaño era un edén de equidad social, es la atención a la dependencia y a la discapacidad, que ha sido atacada últimamente por varias plagas de las que destaco, como mortal, la ampliación de hasta dos años del plazo de resolución de la solicitud de la ayuda. Y como epidemia más perniciosa la reducción de un 15% mínimo en el importe de la percepción económica, que reciben los cuidadores familiares para poder contratar trabajadores externos o por atender ellos mismos a las personas dependientes, ya sean mayores, menores o discapacitados. Disminución que por un lado motivara un detrimento en la cantidad y calidad de los servicios prestados por los familiares a los ciudadanos más vulnerables, muchos de los cuales caerán en situaciones de desamparo temporal, o permanente, que afectaran de forma grave, irreversible o mortal a su salud. Y que por otro acarreara una dificultad añadida la imposibilidad por parte del responsable del dependiente de poder costear profesionales, que se verán forzados a engrosar las filas del paro.
CONTINUARA….
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