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domingo, 17 de marzo de 2013

CARTA DENUNCIA DE UN ESTUDIANTE MURCIANO DE SECUNDARIA

Llevo cuatro años soportando una insufrible situación de acoso en mi instituto, pero hasta ahora no había reunido el valor suficiente para difundirlo.

El impulso imprescindible para hacerlo lo recibí al observar, mirando el calendario, que se acerca el 21 de marzo, día internacional contra el racismo y la xenofobia. 
Al contemplarlo vi el cielo abierto y una potente idea ilumino mi mente al pensar, que no debía desaprovechar la ocasión de liberar mi atormentado espíritu de tan pesada carga, que esta celebración me brinda para denunciar las continuas agresiones verbales, de las que soy objeto a diario en el I.E.S. Floridablanca.

La tensión que padezco en clase debido a la actitud tan negativa, con la que el resto de los compañeros/as se dirigen a mí me resulta cada día más incomoda y a veces hasta insoportable, ya que tengo que aguantar continuamente comentarios racistas sobre los inmigrantes árabes, lo que siendo yo de origen marroquí me provoca un sentimiento profundamente doloroso, al tener que escuchar esos insultos, que profieren contra mí los demás alumnos de la clase. 

Pero lo más indignante es la indiferencia con que los profesionales de la educación tratan el problema tanto tutores como maestros, cuya única respuesta al respecto es una mirada apática hacia otro lado, demostrando la más completa desidia y dejadez y su total desinterés por poner fin a esta injusticia, dejando que den rienda suelta a su rabiosa ira incontenida, que les empuja a deshogar sobre mi todas sus frustraciones, complejos o traumas no superados, convirtiéndome en la diana indefensa, contra la que disparan sus dardos verbales envenenados; carente de cualquier posibilidad de replica y sin amparo o protección alguna. Actualmente me encuentro con el ejercicio de mi libertad paradójicamente coaccionado, a la hora de denunciar o de defenderme, por el equipo de docentes cuya obligación es precisamente garantizar mi seguridad y desarrollo equilibrado en el instituto, en el que curso los estudios de la E.S.O.; puesto que difícilmente se me olvida que en las escasas ocasiones, en que me atrevido a contestar a mis maltratadores o a ponerlo en conocimiento de algún responsable del centro educativo, ha terminado volviéndoseme en mi contra, viéndome forzado a constatar ante mi desolada desesperación como me convertía de forma irrevocable de víctima en acusado, merecedor de alguna forma de reprensión o castigo; mientras, que por el contrario no me queda más remedio, que aceptar además el papel de testigo silenciado de la impunidad de la que se benefician los que atentan, contra mi derecho fundamental a la integridad personal, a nivel emocional y psicológico.

 Sin ir más lejos, recientemente harto de la pasividad con que mis profesores actúan frente a los abusos y ataques verbales padecidos por los adolescentes procedentes de los países árabes y del África Subsahariana, a los que discriminan el resto de compañeros sometiéndolos permanentemente a un trato vejatorio y excluyente del respeto debido a cualquier ser humano por el mero hecho de serlo; decidí por enésima vez reclamar a la Jefatura de Estudios, que tomara cartas en el asunto y pusiera en marcha el protocolo de actuación ante el acoso escolar aprobado en 2006, que recoge una serie de medidas preventivas y correctivas tendentes a erradicar esta lacra social en el sistema educativo. 

Pero la contestación recibida sigue siendo la misma un eslabón más en la cadena de promesas incumplidas, y que continua sometiéndonos a una marginación esclavizante, que impide, que podamos disfrutar de los mismos niveles de integración, que el resto de la ciudadanía de nuestra región en el ámbito educativo por el simple hecho de poseer alguna característica, que delate nuestra pertenencia a una cultura minoritaria, o procedencia de origen foráneo, como poseer un color de piel, unos rasgos o una pronunciación, diferentes a los que definen a la mayoría de la población. 

Pero sin lugar a dudas lo más triste y descorazonador de esta realidad radica, en que esta problemática impera en el medio cuya misión es educar y formar, a los que un futuro no muy lejano tomarán las decisiones que construirán o destruirán nuestro bienestar.

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