El próximo 1 de noviembre la Iglesia Católica, es decir universal, conmemora a ese nivel el día de Todos los Santos en memoria especialmente de todos aquellos, muchos de ellos mártires, que permanecen en el anonimato o en el desconocimiento por haber sido sepultados en la tierra del olvido por el inexorable paso del tiempo. Muy acertadamente fue elegida precisamente esta fecha del año 1567 por el papa San Pío V para promulgar la Bula “De Salutis Gregis Dominici” contra de las corridas de toros.
Bóvidos, que continúan siendo martirizados a pesar de la indudable y tajante prohibición expresada en este documento papal en las innumerables plazas construidas y montadas para tal fin extendidas por toda la geografía iberoamericana con la complicidad de la Jerarquía Eclesiástica, que en esta cuestión, que afecta a la moral cristiana, opta como de costumbre por ir de la mano de los sectores más ultraconservadores de la sociedad, aliándose con la derecha más inmovilista apegada a tradiciones, que hunden sus raíces en la noche de los tiempos y sobre las que va siendo hora que arrojemos algo de luz.
Resulta curioso y asombroso comprobar la capacidad de la Iglesia Católica para revertir situaciones a lo largo de la historia de tal forma, que se ha convertido de perseguida en perseguidora. Actitud esta última ejercida directamente a través de instituciones como la Inquisición; o indirectamente promoviendo, apoyando y tomando partido en cruzadas, la más reciente sin ir más lejos de carácter político-religioso durante la Guerra Civil y la posguerra por medio del nacionalcatolicismo.
Sin duda alguna uno de los ejemplos de más actualidad de esa habilidad de la Jerarquía Eclesiástica para posicionarse a lado del poder si las políticas de los gobernantes benefician sus intereses lo encontramos en el escandaloso y clamoroso silencio de sus máximos representantes ante la dramática crisis financiera padecida en nuestro país y sobre todo frente a las soluciones postuladas por un gobierno, que asfixia cada día más a los ciudadanos más desprotegidos.
Administración central y autonómica, que teniendo la obligación de preservar y fomentar el estado del bienestar particularmente de los más desamparados y vulnerables ante los efectos de la recesión económica, solo planifica y pone en marcha como único remedio para solucionar la problemática soportada por los más castigados por esta desfavorable coyuntura una serie de medidas, que los ahogan hasta tal punto, que desaparecidos por falta de oxígeno, se extermine con ellos la plaga pasando a mejor vida con la bendición de la Santa Madre Iglesia, que vela por el bienestar terrenal y espiritual de todos sus amados hijos.
Una de las postreras ocurrencias de los gestores públicos para salvarnos de la crisis, o al menos sino de la depresión económica si de la anímica, es blindar contra la primera un espectáculo en peligro de extinción, la tauromaquia, como consecuencia del empobrecimiento paulatino de los aficionados de clase media y baja, que paradójicamente a pesar de la inseguridad de su situación, que los mantiene balanceándose como funámbulos sobre la cuerda floja de la precariedad laboral para evitar caer en el vacío del despido, prefieren que las autoridades completamente competentes y totalmente negligentes en la materia en lugar de invertir en garantizarles un presente tranquilizador y un futuro esperanzador, financien a través de partidas presupuestarias o subvenciones provenientes de las arcas públicas unos festejos cada día más impopulares. Una actividad minoritaria basada en el sufrimiento desgarrador de un noble animal no humano.
Dinero que debería invertirse en lugar de generar más sufrimiento en aliviar los padecimiento de la infinidad de familias españolas, que conviven rutinariamente con la dolorosa sensación de impotencia, que produce enfrentarse a la insuficiencia o privación de recursos materiales a la hora de cubrir las necesidades básicas, cuya satisfacción garantiza el nivel más ínfimo de existencia y desarrollo humano, la subsistencia.
Esta trágica realidad está atrapando y arrastrando como una fuerte corriente imparable al borde del suicido y precipitando cada día a más personas desesperadas a precipitarse en un abismo, que supone un viaje sin retorno. Víctimas de un sistema financiero capitalista especulador llevado hasta sus últimas consecuencias de la mano de un régimen neoliberal, que ha transformado la democracia en una dictadura de una mayoría, que votó a una opción de gobierno, que ha traicionado a su propio electorado defendiendo, aprobando y ejecutando unas políticas socioeconómicas, que exclusivamente benefician a una minoría.
Élite de privilegiados entre los que destacan los jerarcas eclesiásticos de la cada día menos católica España, que han pretendido limpiar su falta de implicación, su vergonzoso y deshonroso pecado de omisión de pronunciamiento mediático con una tibia declaración de principios e intenciones. Documento, que evidencia la escandalosa ausencia de una postura clara y contundente de una organización, que se proclama a sí misma como defensora de la familia y que ha renunciado a cumplir con el deber de posicionarse de forma radical, es decir de manera inequívoca, tajante y sin fisuras, del lado de esta institución. Unidad originadora de la estructuración social castigada sin paliativos por una perfecta tormenta financiera, que la ha convertido en una nave a la deriva a merced de la intensidad y la dirección, en que sople la caprichosa voluntad de los mercados y los intereses del sector empresarial, que en nuestro país están custodiados por un poder ejecutivo dispuesto a aceptar cuantas reformas sean impuestas por una patronal, que puede arrojar a la clase obrera sin el más mínimo remordimiento de conciencia al precipicio sin fondo de la exclusión social.
Circunstancia discriminatoria, que empuja al callejón de la marginación, en el que la única vía de salida desesperada hallada, cegados por la pesimista negatividad consiste en cruzar la línea fronteriza, que separa dos mundos; el de la existencia dominada por la continua angustia vital cotidiana; de otra dimensión, en la que impera la perpetua ignorancia insensible y consoladora a la que conduce la muerte. Disyuntiva, que desafortunadamente ha provocado un alarmante incremento del índice de suicidios a nivel nacional hasta el punto de llegar a ser, según la OMS, con una tasa de 7,6 muertes voluntarias por cada 100.000 habitantes el primer motivo de fallecimiento por causa violenta en España.
Pero una vez más como ha venido repitiéndose secularmente la Iglesia Católica Española personificada en sus más altos dirigentes reniega de su vocación originaria y divina de ser la voz de los oprimidos y se decanta por la complicidad con los opresores en la problemática actual. Conflicto social, en que los pecados capitales de la clase política y económicamente dominante como son la soberbia y avaricias prepotentes aplastan la confiada y callada humildad de los que soportan la tiranía, con la que, mientras se enriquecen, persiguen salvar y conservar el estado del bienestar reduciéndolo a condiciones propias de un nivel inferior al de la mera subsistencia.
Pero qué se puede esperar de unos supuestos seguidores de Jesús, el Príncipe de la Paz, que miran para otro lado cuando las autoridades reprimen con ira desatada y violencia desproporcionada las manifestaciones de paciencia desbordada. Legitimo derecho de un pueblo, que como último recurso sale a las calles reclamando la recuperación de espacios de soberanía usurpados por una democracia viciada y contaminada por intereses partidistas, que nos eleva a la categoría de protagonistas cada cuatro años, relegándonos a un irrelevante papel de meros comparsas el periodo de tiempo, que intermedia entre los procesos electorales.
Teniendo en cuenta todo lo anteriormente expuesto no nos debe extrañar que esta entidad contraria tradicionalmente al progreso humano, ante la presente tesitura de injusticia social, que el pretendido rey de la creación, el hombre, está resistiendo con una cobertura condenada a desaparecer por obra y gracia de los salvadores recortes, sólo ofrezca como respuesta la caritativa, insuficiente y cada vez más escasa beneficencia, que nos retrotrae a convivir con situaciones propias de la posguerra. Época, en la que aún se mantenían estructuras jerarquizadas arrastradas desde el feudalismo, que impedían la aparición y desarrollo de unos servicios y prestaciones sociales, que son unas de las grandes y modernas conquistas de la ciudadanía gracias a progresivos gobiernos democráticos de izquierdas.
Siguiendo con el hilo de lo afirmado hasta este momento resulta absurdo aguardar otro comportamiento de una organización, que se llama a sí misma “Madre” y que debiendo cuidar con fidelidad de sus hijos, especialmente de los más desprotegidos, denunciando públicamente los abusos cometidos contra ellos por las fuerzas políticas y económicas predominantes; cede a sus presiones y guiada por la codicia y ambición de poder institucional mundano o efímero personal vende su maternidad. Carisma de servicio y amparo maternal, del que reniega, abandonando a los hijos del Padre a su suerte desempleados y sin perspectivas de conseguir un empleo estable y digno; desprovistos de unas prestaciones sociales, que respondan adecuadamente a los derechos fundamentales reconocidos constitucionalmente y a los adquiridos regulados por el marco legal vigente y que se marquen como prioridad la atención de las carencias más perentorias de los afectados por esta crítica situación.
Volviendo al tema inicial de la bula papal y como conclusión a todo lo referido hasta ahora, sería descabellado pensar por un sólo instante, que una Iglesia, que frecuentemente peca de incongruente, tratando de un modo tan desconsiderado al que ella misma ha reconocido como rey de la creación, el ser humano, se preocupe de denunciar coherentemente un espectáculo, que atenta contra la dignidad de un animal no humano. Ser sintiente valorado como de segunda categoría con respecto al hombre en los escritos bíblicos.
Textos en los que se fundamenta el mensaje cristiano transmitido generacionalmente de amor respetuoso y protector con que el hombre debe relacionarse por mandato divino con el resto de criaturas de Dios. Enseñanzas frente a las que ningún creyente debe declararse en rebeldía de pensamiento, palabra, obra u omisión, ni mucho menos los llamados a predicar con el ejemplo como son las personas consagradas a cumplir la voluntad divina, particularmente el clero y la jerarquía eclesiástica. Magisterio secular, que sustenta el documento pontificio “De Salutis Gregis Dominici” de obligado acatamiento para todos los católicos, que actúan en consonancia con la fe, que profesan y que condena una tradición, la tauromaquia opuesta a la moral cristiana y a la doctrina de la Iglesia Católica.
Articulo hecho
por LM para :
DERECHOS Y LIBERTADES CIUDADANOS
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