I. VIERNES, 5 DE JULIO:
LA HUIDA DESESPERADA Y MORTAL DE 72 REFUGIADOS LIBIOS EN UN CAYUCO
INTRODUCCIÓN
El pasado viernes, día 5 de Julio, participe por primera vez en una actividad reivindicativa, que viene celebrándose en Murcia desde hace dos años. Ciudad pionera, que junto con Madrid importó e inició en nuestro país un acto solidario y pacífico de concienciación, divulgación y protesta social en defensa del derecho de toda persona a la libre circulación y elección de residencia, reconocido por el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH).
Esta iniciativa colectiva, consistente en una concentración en torno a una serie de fotografías y lemas, contenidos en pancartas y carteles, nació a finales de 2007 en la localidad francesa de Toulouse y fue bautizada como “Círculo de Silencio”. Acción de sensibilización social, que surgió como una manifestación noviolenta de repulsa de un reducido grupo de valientes ciudadanos, dispuestos a mostrar su rechazo hacia las legislaciones estatales en materia migratoria, que se han ido transformado progresivamente en unas auténticas leyes antipersona.
Cuerpos legislativos cada vez más restrictivos y deshumanizados, que se han convertido en herramientas privativas de los derechos fundamentales y represivas de las libertades esenciales, y que se han visto transformados en un compendio de leyes antiinmigrantes, que en la actualidad atentan contra la integridad física, moral y psicológica de unos seres vivos, que llegan hasta nosotros, de unos seres vivos, que llegan hasta nosotros, hambrientos de derechos humanos y sedientos de libertad.
Inocentes víctimas declaradas culpables de ser los paupérrimos, los más pobres de entre los pobres, los parias, los miserables de nuestra sociedad moderna y progresista con los agravantes acumulativos de proceder de otra raza, cultura, idioma o religión.
De este modo se materializa la más insensata y brutal paradoja legal y judicial de nuestro tiempo, fruto de la necedad política de nuestros gobernantes, que condena y mantiene, separados por el muro de la incomprensión y las alambradas del racismo, en el desamparo legal y social más absoluto a los sectores de la población más desprotegidos, de los cuales los extranjeros que cruzan nuestras fronteras, huyendo perseguidos por la hambruna, la miseria, las epidemias o por el fanatismo ideológico religioso o político, que provocan interminables conflictos bélicos, son, sin lugar a dudas, los más vulnerables.
Fragilidad humana del cuarto mundo, que se rompe en mil pedazos cuando se estrella contra el inclemente y salvaje oleaje de la indiferencia ante el silencio cómplice del primer mundo y acaba arrojada en la fosa común del olvido, en que ha mutado el Estrecho para las vidas que se pierden para siempre intentado atravesarlo.
Existencias humanas truncadas y apagadas para siempre por la muerte más inhumana, que permanecen vivas en la memoria común del entorno familiar vecinal y social, que les vio abrir los ojos a la luz del sol y que solamente conserva un vacio infinito, oscuro y tenebroso como único lugar de referencia en el que recordar y llorar a los seres amados.
Un mar de lágrimas, que alimenta el océano que distancia de la tan ansiada prosperidad a los hijos, maridos, hermanos y amigos, etc., que partieron deslumbrados buscando el dorado Occidente o cegados por la penuria o la precariedad, convertida en su pan de cada día y su única esperanza de futuro.
Incalculables vidas, cuyo fuego vital se ha extinguido definitivamente, o se encuentra en paradero desconocido; pero que periódicamente vuelven a iluminar nuestras conciencias desde las fotografías y velas, que en los Círculos de Silencio nos recuerdan que una de las mayores tragedias del presente posee multitud de caras. Rostros marcados por dos profundos sentimientos; por un lado el sufrimiento tan insondable como la franja marítima, mutada en una interminable tumba colectiva, en la que han abandonado parte de su corazón hundido con el compañero de viaje desaparecido; y por otro lado la ilusión inmensa de alcanzar el anhelado porvenir, tras tocar con sus pies desnudos la tierra de promisión.
Pero el edén prometido experimenta una honda metamorfosis desde el primer momento en que el inmigrante, en situación irregular, agradecido y extenuado besa arrodillado el espejismo de un nuevo e idílico suelo repleto de brotes verdes. Paraíso irreal, que se presenta ante su vista agotada y desorientada, como consecuencia y síntoma de la insolación, desnutrición y la deshidratación padecidas en ese momento y agravadas en infinidad de casos por un estado altamente febril. Preocupante cuadro diagnostico, provocado por los inacabables días sometidos a un insoportable tormento, durante incontables horas, castigados por un sol abrasador sin ningún tipo de protección y desprovistos de agua dulce y de los víveres imprescindibles para garantizar la subsistencia a lo largo de la travesía en patera.
Embarcaciones rústicas de escaso calado, que en innumerables ocasiones naufragan, sucumbiendo con ellas los sueños de una alarmante cantidad de viajeros, de los cuales en esas trágicas ocasiones sólo una ínfima parte consigue pisar la suave y calmante arena. Tierra cuyo primer impulso es acogedor y hospitalario hacia el damnificado entregado por el mar a nuestro cuidado y que en un arranque de solidaridad y generosidad se desprende y dona gustosa y satisfecha, ante una situación de emergencia, cuanto posee que no le resulta imprescindible.
De este modo los frágiles, débiles y sufrientes recién llegados disfrutan de la confortable armonía con sus semejantes que produce el recibir las atenciones y primeros auxilios de los bañistas locales y de los turistas nacionales o foráneos. Personas, que se caracterizan por su amabilidad y hospitalidad y que comparten un mismo espacio con los ciudadanos que aterrizan en nuestro país por motivos económicos, es decir, con el comprensible propósito de mejorar las condiciones de vida, dejadas atrás en su comunidad o nación de procedencia.
Ante este último sector de la población el Estado manifiesta una doble actitud, distinguiendo claramente los que vienen a España a lucrarse legalmente, etiquetados como extranjeros, considerados como invitados, huéspedes o vecinos de lujo, y tratados como de primera clase, a los cuales se les allana y alfombra de rojo el camino, concediéndoles todo tipo de privilegios fiscales y facilidades legales, que les permitan afincarse y lograr la nacionalidad española.
Sin embargo nuestro Estado relega, en cambio, a una segunda categoría de extranjeros a los seres humanos que son sometidos a un trato vejatorio y discriminatorio por el insignificante hecho de entrar ilegalmente a subsistir, menospreciados como inmigrantes. Personas a las que progresivamente se les priva de todos sus derechos y se les interpone toda clase de trabas burocráticas, legales y judiciales que obstaculicen la senda conducente a la tan perseguida y reivindicada regularización. Situación que abre las puertas a poder residir y trabajar en territorio español sin ser policial y legalmente acosado.
Los dos tipos de inmigración, anteriormente descritos, generan riqueza; sólo que en el caso del primero, los beneficios producidos de la actividad empresarial se acumulan, a través de la evasión o el fraude fiscal, en forma de ganancias concentradas en pocas y avariciosas manos en un paraíso fiscal o en el país de origen del inversor. Naciones en la mayoría de las ocasiones con unos índices escalofriantes de empobrecimiento endémico, en aumento de forma alarmante, debido a que el flujo de ingresos, que atraviesa sus fronteras es acaparado por la oligarquía financiera, que rige los destinos de los países más pauperizados de la Tierra.
Pueblos, víctimas, de modo intermitente, de los más sangrantes y crueles conflictos bélicos, de carácter fratricida y genocida, fomentados o amparados por regímenes políticos o militares autoritarios y permitidos por la comunidad internacional; de las intensas y prolongadas sequías, que favorecen el avance de la desertización, que vuelve amplias zonas de terreno fértil en improductivo; y de las persistentes hambrunas, que generan o acentúan trastornos alimenticios, tan preocupantes, como la desnutrición, y que agravan pandemias, de origen infeccioso, tan extendidas, como la malaria.
Todas estas terribles plagas tan devastadoras diezman poblados enteros y arrasan regiones completas, dejándolas absolutamente deshabitadas, que son abandonadas al carecer o desparecer los recursos naturales y materiales básicos para cubrir la supervivencia. Capacidad de resistencia ante las adversidades para superar las duras y mortales pruebas, antes mencionadas, que se conforma con sobrevivir. Mínimo, que se transforma en la lógica y humana aspiración por alcanzar un nivel ínfimo de economía de subsistencia, fundamentada en explotaciones domesticas agrícolas y ganaderas para el autoconsumo o el trueque, cuando reciben, la inmensa mayoría de las veces, como exclusiva fuente de ingresos la parte sobrante del salario del afortunado familiar, que ha encontrado una ocupación remunerada en el Dorado Occidente.
Marido, padre, hijo o hermano que envía, al hogar dejado en su país de origen, el recortado salario que queda tras restarle la cantidad que escasamente permite hacer frente a los gastos mensuales fijos y la parte, acordada con el traficante ilegal de inmigrantes, del escandaloso, desproporcionado y esclavizante compromiso contraído con dicho contrabandista. Deuda adquirida con un explotador, integrante de una de las mafias que se lucran comerciando con vidas humanas, que tratándose de personas subsaharianas oscila desde 600 hasta 3.500 euros, dependiendo del nivel de seguridad y del grado de comodidad del medio de transporte acuático elegido para atravesar el Estrecho y de la peligrosidad y la longitud de la ruta terrestre escogida para llegar al punto costero de partida rumbo a un destino desconocido.
Travesía realizada en cayucos y pateras en condiciones infrahumanas y de hacinamiento para aprovechar hasta el último hueco del limitado espacio, intentando obtener, los actuales negreros, la máxima rentabilidad económica en cada trayecto. Viajes que actualizan, con sus similitudes y diferencias, el martirio sufrido en un pasado no muy lejano por los esclavos privados de libertad, embarcados contra su voluntad y tratados como mercancías durante el recorrido que les conduce a un futuro incierto, donde les aguarda impaciente la explotación laboral que ejercerá sobre ellos sin piedad el capitalismo salvaje.
Sistema materialista, que cosifica al género humano, al considerar al hombre y la mujer como simples agentes generadores de riqueza, valorados por su capacidad de producir en proporción a la inversión económica efectuada en concepto de costes salariales y abandonados a su suerte cuando son catalogados de inútiles.
Imperialismo financiero agresivo que recorre e invade nuestro planeta globalizado y llega hasta el último rincón de la Tierra. Se trata de un sistema económico que viola las normas imperativas del Derecho internacional, que derriba las barreras fronterizas políticas, que derroca de forma violenta o destituye de manera pacífica a los representantes de la soberanía nacional democráticamente elegidos, suplantándolos o convirtiéndolos en gobiernos y parlamentos títeres y que además levanta vergonzosos muros físicos o ideológicos construidos por el fascismo económico
Dictadura conocida técnicamente como corporatocracia de la que huyen los habitantes del Cuarto Mundo, hartos de ser víctimas sin escapatoria de corrompidos regímenes políticos cómplices, aliados o sometidos por el neoliberalismo económico, impuesto por un reducido grupo de familias multimillonarias que poseen y controlan, desde hace dos siglos, los monopolios del sector industrial y bancario más poderosos a nivel internacional. Corporaciones y multinacionales regidas por una élite de capitalistas que dominan, de facto, el poder económico y político, sometiendo a vasallaje a los gobiernos y parlamentos nacionales y al resto de la población mundial.
Mujeres y Hombres que pasan a ser estimadas como simples individuos masculinos o femeninos de la especie humana cuando se llama movimientos migratorios a su imperiosa necesidad de abandonar su hábitat natural, empujados por unas condiciones de vida extremas. Seres humanos, con nombres y apellidos, que pasan a ser considerados meros datos demográficos cuando se intenta cuantificar, a través de promedios o estadísticas, el volumen de sujetos desplazados en un periodo de tiempo concreto.
TESTIMONIO:
LA HUIDA DESESPERADA Y MORTAL DE 72 REFUGIADOS LIBIOS EN UN CAYUCO
Razón, por la que no debería extrañarnos el comportamiento de los efectivos militares marítimos y aéreos de cinco países de la OTAN, entre ellos España, que en marzo de 2011 se negaron a rescatar o como mínimo prestar el auxilio imprescindible, que hubiera evitado el fallecimiento de 63 de los 72 ocupantes de una patera que se encontraba sin rumbo y a la deriva y que huía de la guerra civil libia.
Cayuco, desde cuyo interior los desesperados subsaharianos demandantes de socorro, al verse desprovistos de combustible y alimentos tanto sólidos como líquidos para poder proseguir su trayecto con garantías de éxito, tuvieron que soportar atónitos la desgarradora experiencia de contemplar desfallecidos como tanto embarcaciones civiles (dos barcos de pesca) como militares (un buque de guerra y una patrullera) optaban por ignoran sus peticiones de auxilio.
Asistencia caritativa e insuficiente, que exclusivamente recibieron desde el cielo, gracias a la aparición de un helicóptero que se limitó a lanzar una cuerda. Soga, atada a la cual descendió desde las alturas un recortado maná, consistente en seis botellas de agua y unos escasos y ridículos paquetes de galletas a repartir entre 72 sedientos y famélicos comensales, la mayoría de los cuales, hasta un total de 63, celebraron su última comida y disfrutaron de su sueño postrero y más reparador a lo largo de los siguientes días. Reconfortante y dulce siesta en el hondo regazo de la hipotermia que los transportó al confortable paraíso onírico deseado, del que sólo se regresa cuando somos recordados o evocados.
Como sucederá cuando los nueve supervivientes de la tragedia anteriormente relatada resuciten a las víctimas de la crueldad humana, al revivir con sus testimonios los 16 días padecidos a bordo de la lancha a motor absolutamente desorientados y habiendo perdido por completo el control de la barcaza. Esquife, mutado en un auténtico infierno flotante, a merced del oleaje y paradójicamente abandonado a su suerte por las Fuerzas aéreas y navales, que se hallaban realizando una acción humanitaria, en la primavera del 2011, en una de las zonas más fuertemente militarizadas y vigiladas del planeta en aquel momento.
Operación, puesta en marcha por la OTAN, para garantizar la seguridad de la población civil libia, en la que participaron las cinco naciones europeas, España, Reino Unido, Francia, Holanda e Italia, en las que el pasado 18 de junio se presentaron simultáneamente querellas criminales, extensible a otros responsables que puedan aparecer conforme avance la investigación, contra los negligentes cuadros de mando de los navíos, a los que se les acusa de incurrir en un delito de omisión de socorro, cuyo resultado fue la dolorosa y lenta muerte por inanición y deshidratación de 63 personas.
En el caso de España, la demanda penal por denegación de auxilio a personas especialmente protegidas, incumpliendo una obligación establecida en distintos convenios internacionales ratificados por nuestro Estado y regulada por nuestro propio ordenamiento jurídico, fue interpuesta ante la Audiencia Nacional contra el comandante y oficiales al frente de la fragata Méndez Núñez en el momento de producirse los hechos denunciados, acaecidos en marzo del 2011.
Mes que principió un fatídico periodo, concluido a finales de octubre de ese mismo año, coincidiendo con la victoria del bando rebelde sobre las tropas del líder libio Muamar el Gadafi, durante el que más de 700.000 civiles afectados por este conflicto partieron desde costas norteafricanas. Refugiados que abandonaron el infierno bélico reinante en suelo patrio, buscando asilo político o al menos cobijo, cruzando un mar de dificultades, llamado Mediterráneo, reservadas en exclusividad para estos indefensos y atrevidos marineros que aspiran arribar a un puerto conocido como Porvenir que les da la espalda nada más atracar en él.
Dorado Capitalismo, que en el cuarto mundo nos empobrece y exprime hasta la última gota de sangre, impidiéndonos o prohibiéndonos hasta la subsistencia; y que en el primero nos vende los recursos que antes nos ha robado y explotado y se enriquece negociando con el bienestar arrebatado y por último nos promete y rara vez concede la prosperidad.
Deslumbrante y colosal Ídolo que ejerce una irresistible, morbosa y comprensible atracción sobre los que sólo sus vidas poseen y están dispuestos a arriesgarlas o sacrificarlas para alcanzar un paraíso terrenal o celestial.
Edén, éste último, al que, según sus creencias, ascendieron las 1.500 víctimas de la revolución libia que, según estimaciones de ACNUR, perecieron intentando escapar de la confrontación armada y sus terroríficas consecuencias, tales como la vulneración sistemática de los derechos civiles, hasta niveles clasificables como de crímenes de tortura, de guerra y de lesa humanidad.
Atrocidades inhumanas, tales como la utilización de la violencia sexual como un método de humillación y dominación del contrario. Prácticas generalizadas en ambos bandos, de las que pretendían lógicamente escarpar los 63 sacrificados para satisfacer la odiosa indiferencia y la imperdonable incomprensión de unos mercenarios inmorales e hipócritas, que coordinados por la OTAN, ponen sus armas al servicio del más noble ideal imaginable, salvaguardar la paz y la armonía entre las naciones. Soldadesca asalariada, ociosa y negligente, supuestamente formada por profesionales de su oficio, que debe estar dispuesta a arriesgar sus vidas para proteger otras; pero que, por el contrario, se lavó las manos en el mismo mar de silencio, en que derramaron, los 63 mártires, su existencia física. Oscuro Mediterráneo, de aguas profundas, que los maquiavélicos militares, ruines y mezquinos, esperaban, que tragándose hasta el último testigo, que pudiera algún día delatarlos en el futuro, fuera la sepultura anónima que condenara al olvido una de las manchas más negras, vergonzosas y reprobables en el expediente de actos de servicio, teóricamente humanitarios, de nuestras Fuerzas Armadas
Pero esta historia, afortunadamente no termina aquí, con este final tan trágico y desalentador; sino que se prolonga hasta nuestros días. Momento, en que se está escribiendo un nuevo, esperanzador y transcendental episodio, que se inicia con la aparición de un mal sueño. Autentica pesadilla, en la que los fantasmas del pretérito despiertan de su letargo y vuelven dos años después, en el presente, a atormentar la conciencia, si no se la hubieran vendida al Ejército, la Patria o el Estado, de los demonios uniformados que los empujaron al abismo de la desaparición. Pozo sin fondo del olvido, del que ahora retornan las inquietantes sombras del pasado, privadas de paz y sosiego eternos, para intranquilizar el descanso y el mundano solaz de los mandos castrenses, que por muy alto grado de responsabilidades y compromiso que ostenten, en el escalafón militar, siempre se escudan en el cumplimiento del deber, de las órdenes recibidas o de la misión encomendada, para justificar las más graves y flagrantes violaciones de los derechos humanos, la legalidad internacional y el Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados, vigente desde 1967.
Exiliados que, en el caso de los 63 subsaharianos expulsados de territorio libio, fueron empujados posteriormente a la muerte y a la invisibilidad física, por una misión pacífica de protección civil, bendecida por la ONU, que sólo les permite clamar la verdad de su trágica historia, gritar su sed de justicia y luchar legalmente por la restitución de su pisoteada dignidad humana a través de las voces de los 9 supervivientes que les han rescatado, en la actualidad, del desconocimiento, que de su terrible experiencia y de su fatal y doloroso desenlace, tenía la opinión pública y los medios de comunicación occidentales. Amnesia colectiva en el que la complicidad de la coalición internacional desplegada, en misión humanitaria, como garantes de la pacífica y democrática convivencia, planeaba sumir la existencia de una aciaga fecha, el día de autos, como prolongación del comportamiento criminal con el que ignoraron una patera a la que, en lugar de prestar auxilio, dieron la espalda y entregaron a la muerte más lenta y despiadada.
Épica odisea, en el transcurso de la cual recibió exclusivamente, como asistencia en respuesta a su petición de socorro, una limosna consistente en seis botellas de agua y unos escasos paquetes de galletas. Maldito y mezquino ágape, en que el rico y generoso Norte invita, para tranquilizar su conciencia, a su vecino pobre y agradecido del Sur, a comer sus sobras. Excedentes comunitarios compartidos en el cuarto mundo desde la fraternidad y degustados en el agonizante continente africano sintiendo cercano y familiar el aliento mortalmente gélido de una convidada inseparable. Hiena que se alimenta del pulso vital de aquellas presas, a las que la solidaridad y la cooperación internacional no llega, o sólo sirve, convertida en negocio con el que se lucran los intermediarios o acaparada por manos negras gubernamentales, para retrasar lo inevitable
Buitre que se posó sobre el indefenso cayuco y se cebó con los inermes y moribundos pasajeros, que halló a bordo, quienes únicamente pudieron resistir el ataque mientras la debilidad, que proporcionó a sus cuerpos y mentes alguna galleta y la posibilidad de que les toque un trago de agua, pudo oponerse a la fortaleza de un enemigo letal que avanzó implacable.
Fiera, de insaciable apetito, que siempre está esquelética, y que se cobró dos nuevas vidas, una de ellas justo en el momento desembarcar y la otra en prisión, reduciendo el número de supervivientes a 9 después de que la barca, arrastrada por las corrientes que añoraban la costa libia, fuera devuelta, en contra de su voluntad, a la tierra de la que anhelaba huir. País hostil con los inmigrantes subsaharianos, a los que los rebeldes y revolucionarios del Consejo Nacional de Transición acusan de ser colaboradores del depuesto régimen y mercenarios al servicio de Muamar El Gadafi.
Motivo, por el que las personas negras son perseguidas, apresadas y encarceladas en cuanto pisan suelo libio, como les sucedió a los protagonistas de esta historia. Nueve Ciudadanos que fueron liberados tras pasar un corto periodo de tiempo entre rejas y de los que la mayoría no estaban dispuestos a renunciar a su sueño de reclamar o conquistar esa mínima porción de bienestar a la que todos tenemos derecho por el simple hecho de haber nacido; y que además estaban deseosos de beneficiarse y contribuir al desarrollo material, científico y tecnológico del que se goza en el Viejo Continente y también de aportar y disfrutar del hipotético progreso social y moral logrado en Occidente.
Afán de superación admirable y razonable, al que se suma la legítima aspiración de alcanzar justicia para los supervivientes y, en calidad de póstuma, para los que sólo después de muertos pueden soñar con disfrutar de lo que en vida se les privó, un trato justo y equitativo, en los cinco países, pertenecientes a la OTAN, cuyas embarcaciones militares quebrantaron el derecho internacional vigente y la legalidad en vigor en cada uno de los Estados implicados en la misión de paz. Deber moral, en el transcurso del cual rehusaron rescatar o como mínimo asistir a una yola a motor, a la deriva, en situación de peligro inminente, que había solicitado auxilio y de cuya presencia el Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo de Italia ya había alertado a la dotación de navíos de la OTAN que operaban en la zona.
Por todas las causas previamente citadas, nuestros 9 héroes, no desistieron de su peligroso empeño de fugarse de una tierra, que incita a la población autóctona a cometer crímenes de odio racial, con absoluta impunidad, contra los inmigrantes de raza negra. Y de este modo, empujados por el instinto vital de supervivencia y por un elevado y legítimo concepto de la justicia universal que debe investigar, perseguir y castigar a los culpables allí donde se encuentren o escondan, emprendieron un peregrinaje, que atravesando el vecino Túnez y un mar de obstáculos les condujo hasta Europa.
Tierra de oportunidades que dos años después, el 18 de junio del 2013, les abre las puertas del paraíso judicial, donde esperan se les reconozca el derecho a recibir el trato justo, digno y humano que, en la primavera de 2011, se les conculcó; y se declare culpables y condene a los criminales, que se lo negaron, a la pena máxima estipulada, por nuestro ordenamiento jurídico, para estos delitos de extrema gravedad, que atentan contra la humanidad de unos seres vivos indefensos, en una situación de máxima vulnerabilidad.
CONCLUSIÓN
Hermanos, que el Destino, Dios, Alá, o la diosa Fortuna, llámese como se quiera según las creencias, la fe o la religiosidad de cada uno, tuvo el deseo justificado según un plan, que escapa a nuestro entendimiento, o el capricho de dejar actuar al azar a la hora de decidir dónde nos tocaba nacer a cada uno. De tal forma que los que venimos al mundo en un entorno material privilegiado, con toda clase de comodidades y facilidades, no deberíamos hacer que se sientan culpables, obligándoles a cargar, con el pesado fardo de la responsabilidad de su mala suerte económica, a nuestros hermanos subsaharianos más desfavorecidos, en los que las circunstancias adversas se cebaron desde la primera fase de su subdesarrollo humano en un seno materno desnutrido y en un ambiente familiar y social empobrecido
Por esta razón no debemos cerrar los ojos ante un desgarrador infortunio ni taparnos los oídos ante un atronador silencio que periódicamente, cada vez con mayor frecuencia visita nuestras acogedoras costas, y que a algunos sólo conmueve superficialmente, o como mucho remueve la conciencia; pero que a otros nos traspasa el corazón e, inundando nuestra sensible y receptiva mente de dolor empático, nos hace ser conscientes y nos recuerda que la solución a una de las asignaturas, el progreso material del Sur, que tiene secularmente pendientes, una sociedad, la del Norte, que presume ostentosamente de ser la más avanzada y democrática, debe ser urgente, global, equilibrada y en origen.
Hipócrita presunción que no se corresponde con la realidad, debido a que el mundo occidental no está dispuesto a abandonar su avaricioso y deshonesto empeño de perpetuar el neocolonialismo y las grandes potencias tampoco quieren renunciar a sus ambiciones imperialistas, como lo evidencia la geoestrategia planificada y seguida desde los estados más prepotentes del globo terrestre, que se reparten el Planeta y compiten por extender su esfera de poder económico, político y militar. Situación que favorece y acrecienta el interés de las grandes multinacionales por sobreexplotar y expoliar los recursos naturales de África. Continente que es el tercero en extensión, pero que posee el 30 por ciento de las materias primas más cotizadas del planeta. Preciado don de la naturaleza que despierta la codicia de la oligarquía plutocrática que se lucra manejando los hilos de las grandes corporaciones internacionales que exprimen las entrañas y saquean los recursos de una de las tierras, la africana, con mayor riqueza forestal, agrícola, mineral y pesquera del mundo.
Reservas naturales, que sus habitantes necesitan, ya no sólo, para subsistir; sino también para disfrutar, en el presente, del derecho a una existencia digna con unas mínimas condiciones de bienestar; y para apostar, de cara al futuro, por un desarrollo humano, respetuoso y conservador del medio ambiente, enraizado en la tierra que les dio la vida, les alimenta y sustenta corporalmente, e inmerso en la cultura que les nutre intelectual y espiritualmente.
Máxima convivencial que garantiza y fomenta la concordia y las relaciones de buena vecindad entre los pueblos, de cuya vital importancia deberíamos ser conscientes, en la sociedad occidental, y emplear todos los esfuerzos imprescindibles para hacerla realidad. Medios materiales, humanos y económicos, que tendríamos que utilizar, para reivindicar y apoyar el derecho consuetudinario, de los legítimos dueños, por tradición familiar y secular, a disfrutar de la posesión, y de los beneficios de la producción, de la tierra, en la que nacen, viven, cultivan y, en la mayoría de las ocasiones, también mueren. De lo contrario no habrá fuerza humana, ni sobrehumana, ni siquiera armada política, legal, judicial o militarmente que pueda frenar las oleadas migratorias
Movimientos demográficos, tan antiguos como la presencia de la mujer y el hombre sobre la Tierra, a los que la forma de conservación de las tradiciones, más inmovilista, reaccionaria y destructiva contra todo tipo de mestizaje enriquecedor, innovador y creativo, la aterradora extrema derecha, concibe y trata como una amenaza para la supuesta inmaculada pureza de una identidad cultural, la occidental. Idealización que se ha forjado con la fusión y superposición, históricamente reconocida, de un amplio abanico de civilizaciones milenarias, que han dejado su huella indeleble, profunda e inefable a lo largo de los siglos en un continente, que ha sido habitado, asaltado y ocupado por infinidad de pueblos, que lo han hecho prosperar económicamente y florecer culturalmente.
Poblaciones nómadas, que se han asentado en Europa o imperios que se han extendido por el continente más veces invadido y conquistado y que nos han dejado como legado un patrimonio cultural diverso, pero con un común denominador, occidental, que conforma la herencia, que transmitimos inconsciente e intergeneracionalmente.
Legado, del que pocas veces nos sentimos orgullosos como lo patentiza el absoluto y desidioso desinterés que suscita en la generalidad del pueblo español el conocimiento de nuestro vasto y rico pasado histórico y cultural, del que exclusivamente nos acordamos para jactarnos de él cuando tenemos que mostrarlo frente a visitantes ilustres o turistas de otras latitudes a los que pretendemos impresionar.
Herencia política, ideológica y filosófica, de la que somos depositarios, dejada en nuestras manos occidentales por todas las civilizaciones, culturas, corrientes de pensamiento y flujos migratorios, la mayoría de ellos de procedencia oriental, con los que hemos cohabitado, sin ir más lejos, en la Península Ibérica, en régimen de ocupación militar o coexistencia pacífica
Ideal de convivencia, este último, al que traicionamos cuando impedimos a un inmigrante el disfrute de los hitos logrados por nuestros antepasados en su lucha por alcanzar las libertades, de las que todavía gozamos, y por extender, además a nivel mundial, la justicia social y por universalizar el conjunto de principios democráticos, propugnados como un sistema de valores indiscutible e irrenunciable por la comunidad internacional.
Fundamentos que deben regir la convivencia entre iguales, independientemente de su origen geográfico, cultural o racial, y que violamos cuando arrojamos a un expatriado, en situación irregular, a la clandestinidad por el simple hecho de carecer de los documentos que acrediten su identidad y le autoricen a transitar o residir legalmente en el país de llegada. Destino, que en el caso de España, continúa siendo, a pesar del progresivo endurecimiento de la legislación en materia de inmigración, la puerta natural de entrada a la Unión Europea de la corriente migratoria procedente de África.
Movimientos migratorios frente a los que los estados o comunidades receptoras, desde siempre, han respondido manifestando una de estas dos actitudes, bien diferenciadas, la oposición o la inclusión. La primera alternativa, que descansa sobre la base de considerar el fenómeno migratorio como una invasión silenciosa y continua, tiende a rechazarlo, a criminalizarlo e incluso a enfrentarse a él. Elección absurda e irreflexiva que debería ser descartada definitivamente, puesto que ha sido demostrada, por la experiencia histórica, como estéril, debido a que no existe fuerza humana, por impotente, ni divina, por indiferente, capaz de detener el instinto de conservación y superación del género humano. Del mismo modo que no existe potencia económica, política o militar que pueda levantar vergonzosas alambradas de disuasión, de púas de acero, tan altas, ni infames muros de contención, de cemento, tan gruesos, contra las aspiraciones humanas, que los sueños no puedan derribar, atravesar o saltar, sobre todo cuando hablamos de dos de los más ancestrales anhelos de la mujer y el hombre, empanzando por cubrir sus necesidades primarias y acabando por conquistar y disfrutar del bienestar y la justicia social.
Razón, por la que al primer mundo no le queda más remedio que abandonar su postura fascista elitista, y excluyente y decantarse por la segunda opción, la integración, y aceptar como mínimo la convivencia pacífica o como máximo la fusión con otras realidades étnicas y culturales que transformen y mejoren una sociedad, la occidental, en permanente cambio, que de blindarse contra influencias externas, acabará estancándose y corrompiéndose.
Y para acabar, no olvidemos que resulta más costoso y menos beneficioso levantar y mantener una muralla que rodee a todo un continente, que simplemente abrir los brazos y entrelazarlos para construir redes de acogida, apoyo e inclusión, que den la bienvenida y el empujón inicial, a nuestros hermanos inmigrantes para que, al igual que cualquier ave migratoria, puedan volar por sí mismos en un espacio abierto, sin fronteras y sin leyes restrictivas, que coarten su libertad.
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