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lunes, 12 de noviembre de 2012

LA LUCHA OBRERA, EL PAN NUESTRO DE CADA DIA

El pasado martes 30 de octubre tuvo lugar la presentación extraoficial de la pancarta, que encabezara “La marcha contra el paro, la precariedad y los recortes. Todos los allí reunidos recibimos con entusiasmo la llegada como caído del cielo del buque insignia, que nos marcará la senda a seguir desde la salida en Alcantarilla el próximo día 5 de Noviembre hasta el final del trayecto, seis jornadas de camino después. Epifanía acontecida en los soportales situados en el extremo del mango del martillo, que separa un edificio eclesiástico, el Palacio Episcopal, de otro de uso civil, el Instituto Licenciado Francisco Cáscales. Lugar entre dos mundos interconectados, al que acudimos, buscando refugio de la pertinaz llovizna, con la intención de avanzar en los preparativos de la marcha, los convocados a una cita, que pasara a ser un encuentro memorable en la historia personal de cada uno. El momento en que tuvimos delante de nuestros ojos el estandarte, que se convertirá en el líder indiscutible, que guiara nuestros pasos y que nos irá abriendo camino y anunciado la buena nueva a lo largo de toda la travesía regional. Mensaje mesiánico destinado a despertar conciencias anestesiadas por la resignación cristiana, el conformismo social, la desidia colectiva y la apatía individual. 

Personalmente considero el hecho, de que la primera aparición pública del lema plasmado sobre un hule de cuatro metros de largo se produjera en “el mango del martillo” un presagio, que augura el cumplimiento de los pronósticos de las plataformas ciudadanas convocantes, STOP DESHAUCIOS, P.A.H. REGION DE MURCIA y Foro Social. 

Todas estas organizaciones han unido sus esfuerzos en un empeño común, el de conseguir, junto con el resto de movimientos sociales de carácter asociativo, sindical y político, que han decidido sumarse a esta iniciativa, que la marcha se convierta en una herramienta, que con un sonido resonante como el de un potente martillo sobre un yunque humano, la clase obrera, logre interrumpir su letargo. Melodía, que a su paso por los distintos municipios ponga en pie y movilice un capital humano, que se ha entumecido, que no insensibilizado. Víctima de la aceptación de la prolongada e inactiva sensación de impotencia, nacida de soportar pacientemente la adversa y precaria situación económica y social, que nos ha tocado padecer a diario. 

Tratamiento, con el que se persigue dar forma a un modelo de trabajador, que contradiciendo la voluntad de los mercados, no lo ha transformado en dócil mano de obra, maleable como el cobre, que se adapta obedientemente al molde de la flexibilidad laboral. 


Desregulación del mercado de trabajo que el sector empresarial diseña siguiendo el patrón, que mejor se ajusta al volumen de beneficios económicos, que proyecta alcanzar. Pero que no ha obtenido el objetivo pretendido, sino que muy al contrario ha generado un férreo y endurecido estado de latente rebeldía en el interior del proletariado, que experimentara una profunda metamorfosis y se transformara en una actitud de patente y resistente insumisión. Predisposición al levantamiento frente a la explotación de la clase baja y destrucción de la media, que se convertirá en una avalancha masiva de asfixiados por la crisis y estrangulados por las medidas aprobadas y puestas en marcha para contrarrestarla, que están dispuestos a unirse a la marcha. Acto reivindicativo, que según todas las previsiones terminara deviniendo en su culminación, en una manifestación multitudinaria convocada para el próximo domingo, día 11 del presente mes. 


Clamoroso evento, cuyas proclamas coreadas por una incontable cantidad de activistas supondrán un auténtico dolor de cabeza, para los que dominan política y económicamente nuestra región, que sentirán como los gritos de indignación de los movimientos ciudadanos, cada día más numerosos y organizados, retumban en su interior como el ruido emitido por un martillo mecánico. La poderosa y activa voz del pueblo unido por una misma y justa causa, que taladra de forma incesante y amenazadora los pilares sobre los que se asienta el poder de la clase privilegiada como son la corrupción, el despilfarro y la pésima gestión de los recursos públicos; además de una reforma laboral y financiera, que prima los intereses de las entidades bancarias, grandes empresas y capitales en perjuicio del resto de la sociedad, que se empobrece progresivamente hasta niveles similares a los del posguerra, en los que la lucha por la supervivencia era el pan de cada día de la inmensa mayoría de los españoles. 

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