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martes, 23 de abril de 2013

¿LA CONQUISTA DEL PROGRESO DEMOCRÁTICO PASA POR TOMAR EL CONGRESO? II

II. LA CUESTIÓN CATALANA

Antecedentes alejados en el tiempo, que no en el espacio, puesto que el más cercano lo encontramos en una comunidad autónoma española, hermana y primogénita, en cuanto al sufrimiento, que entró antes que ninguna en la edad del oscurantismo y la persecución de las Reformas, que atentan contra los derechos fundamentales, inherentes a la dignidad humana, reconocidos constitucionalmente. Y cuya valiosa y pretérita experiencia histórica, antes citada, debe servirnos como referente a la hora de iniciar un proceso de construcción de un estado realmente democrático. Región catalana, que fue la que comenzó, seguida de las demás este calvario penitencial hacia la conversión en una economía competitiva, que nos salve de la condenación crónica, que va camino de ser eterna. Cadena perpetua, con la que pagamos los pecados y excesos de banqueros y políticos. Comunidad Autónoma cuya patética e imperdonable clase dirigente se ha convertido en la antítesis de lo que debe ser un cargo político, es decir, en el ejemplo más triste, inmoral y denunciable de un servidor público que padeciendo el síndrome de la torre de marfil, toma decisiones, que además de ser completamente opuestas a los interés y prioridades sociales, atentan contra las necesidades básicas de la ciudadanía, Población, que divisada desde su altura de miras se convierte en un ejército de insectos numeradas, que solamente despiertan para el gobierno y la oposición un único interés, saber, a efectos estadísticos, cuantas hormigas obreras, pensionistas, desahuciadas y desempleadas hay que sacrificar aplastadas para que ese niño caprichoso y permanentemente insatisfecho, ese maldito hijo de la Merkel, bautizado como déficit, nos sonría malicioso e insaciable.

Políticos catalanes, que para que les cuadren las cuentas, o al menos poder invisibilizarlas, se transforman en fumigadores, que lanzan cortinas de humo político, altamente toxico, que perfumado de soberanía nacionalista es inhalada, reconocida y asumida como propia por la mayoría de pueblo catalán. Ciudadanía, que se identifica plenamente con dicho aroma, porque forma parte de su legado nacionalista como aglutinador de las distintas esencias regionalistas tan gratas a las aspiraciones de la globalidad de la población originaria o plenamente integrada en Cataluña. 

Pero lo que realmente pretenden desde el aparato político catalán es levantar una columna de humo, compuesta por una serie de gases nocivos que, penetrados en los ojos de los catalanes, les ciegue hasta el punto, que les impida ver durante el tiempo necesario para empujarlos al borde del precipicio, arrojarlos al vació y culpabilizar del criminal fratricidio a la insolidaridad del resto del Estado Español. Peligroso e incendiario argumento de la envidia y rivalidad cainita, que no se sostiene y además se derrumba, por sí solo, cuando el resto del país se encuentra en idéntica, dramática y alarmante situación, o lo que es lo mismo al borde del abismo económico por culpa de seguir una senda económica trazada por la ingeniería financiera capitalista, que ha conducido a la sociedad catalana, al igual que al resto de la española al agujero sin fondo de la miseria social. Pozo ciego, en el que hoy no penetra el más delgado hilo de luz, que irradia la esperanza de arañar la tan ansiada prosperidad en un mañana cada vez más distante. 

Penuria económica extrema que, si la sumamos al fomento de la competencia entre comunidades autónomas, motivado por el duelo desleal por el reparto presupuestario, favorece la aparición del odio interregional y degenera en el enfrentamiento fraternal. Violencia verbal provocada por la pugna por la supervivencia, o lo que es lo mismo, por el pulso vital por las migajas y los despojos, que el régimen neofascista nos lanza para que los ciudadanos nos disputemos entre miembros de la misma familia o entre nacionalismos, como perros rabiosos y famélicos, los restos sobrantes del festín financiero, disfrutado por políticos y banqueros. Banquete pagado con la explotación social, que está causando el exterminio genocida sistemático de un grupo social, es decir de toda la clase media y la pérdida de toda una generación, condenada a la emigración o a la exclusión. 

Dramática realidad, que se persigue esconder detrás de un tupido velo de humo, resultado de un concienzudo y laborioso trabajo en equipo, es decir, tejido por la complicidad soberanista entre el separatismo de la coalición gobernante, formada por CiU y ERC, y el confederalismo del PSC. Espesa niebla separatista levantada para tapar la tragedia vivida por un pueblo y su verdadera causa la negligente, incompetente y fraudulenta gestión política, que acabara volviéndose en contra de sus creadores, devorándolos y convirtiéndose en un autentico muro divisor insalvable, que transforme a Cataluña en una territorio independiente y arruinado, una vez secesionado del resto de España y aislado por la U. E. 

Supuesto este último, el de la expulsión de la Unión, que teniendo en cuenta en lo que se ha transformado dicha organización supranacional europea no supondría ninguna maldición sino más bien una bendición que les salvaría de la condenación padecida en la actualidad por los estados miembros. Países, que una vez libres del yugo esclavizador y explotador de los mercados, regidos por el régimen mercantilista, impuesto por las autoridades europeas, podrán recuperar el derecho a decidir sobre su presente y su futuro, implementando políticas económicas que redunden en el bienestar de la sociedad. 

Pero para que la inteligencia ciudadana, en este caso la catalana pueda gozar plenamente de la libertad de escoger y priorizar las soluciones que considere más óptimas para resolver los problemas, que le afectan debe tener la voluntad firme de rebelarse y sustituir a una tripulación de altos vuelos, que se aferran a los mandos de la nave del poder, desde la que pilotan la política autonómica, como auténticos suicidas. Camicaces, dispuestos a perseguir y a estrellarse contra su objetivo sin importarles los daños materiales, personales y morales ocasionados, valorados como inevitables y colaterales, con tal de alcanzar un ideal soberanista, con el que cualquier demócrata en su sano juicio se identificaría siempre y cuando no atente o se anteponga al desarrollo socioeconómico global o al concepto de soberanía popular, del cual deriva. 

Pero para poder dejar atrás el estancamiento actual del crecimiento y empezar a escalar posiciones hasta acariciar las más altas cotas del Everest del progreso resulta imprescindible desprenderse y lanzar hasta el punto más profundo del planeta, o lo que se lo mismo, a lo más hondo de la fosa abisal de las Marianas a toda una especie de criaturas políticas demagógicas y especuladoras, que corrompen con su veneno la impura esencia de la democracia representativa. 

Sagrada, inviolable e imparable cruzada popular, que para que culmine victoriosa requiere de una estrecha y verdadera unidad nacional, capaz de olvidarse temporalmente de las diferencias entre diferentes nacionalidades, sobre el modelo de Estado. Cuestión históricamente pendiente de resolución, que debería solventarse, escuchando a todas las voces regionales, en el seno de una Asamblea Nacional, en la que se tomarían decisiones definitivas aprobadas por mayoría y, en un futuro no muy lejano, cuando se logre el objetivo inicial de rescatar a una doncella de resplandeciente e inmaculada pureza, conocida como democracia directa. Cautiva dama, de admirada belleza, también conocida como la incomparable soberanía, que residiendo en el pueblo ha sido raptada y es mantenida como rehén por el sistema capitalista para someter, en su nombre, las ansias de libertad de la población completa de un territorio nacional. Pueblo que para salvaguardar la integridad de tan reputada, respetada y honrada doncella, es decir para que se conserve intacta y no se atente contra ella, es obligado por los hijos políticos de un régimen dictatorial a soportar humillaciones de todo tipo, tales como económicas, legales, judiciales y policiales.

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